Bien se dice que situaciones extraordinarias requieren medidas acordes. Y sin duda la pandemia y sus circunstancias han exacerbado la sensibilidad de los responsables de las más diversas industrias a la hora de capear tamaño vendaval. Dentro de la parte del arco productivo que reúne a los actores del vino, Finca Flichman ha demostrado buen pulso puesta a timonear la crisis que desató la llegada del Covid 19.
Con tanta metáfora marinera podríamos decir que, cual mascarón de proa, se destaca el cambio de las etiquetas de su serie Caballero de la Cepa, uno de sus productos señeros con más de medio siglo en el mercado, como una señal de acompañamiento que apela además a la responsabilidad de sus consumidores. «Hemos reformulado la típica imagen del Caballero, el símbolo de la línea con el concepto «Caballero en Casa»– comenta Gastón Lo Russo, CEO de la bodega- si bien ya existía su efigie en las etiquetas anteriores en ésta se hace hincapié en la idea de algo más descontracturado, puesto que el personaje se ve más cómodo en su atuendo, dando a entender que sigue disfrutando con responsabilidad dentro de su propio hogar. Es un pequeño aporte para demostrar que estamos conscientes de lo que sucede y que acompañamos a nuestros clientes en medio de la crisis. De hecho creíamos que muchas empresas ajustarían su comunicación por este lado (me viene a la mente los codos en el logo de Mercado Libre) pero hasta donde sabemos la nuestra fue la única propuesta en el mundo del vino.»
Más allá de un detalle que resulta simpático Finca Flichman no agota los cambios en la imagen de su Caballero. «Mi propia experiencia me dió algunas ideas a la hora de lidiar con esta situación tan extrema– continúa Lo Russo– En 2010 durante el peor terremoto que se haya registrado en Chile me tocó estar al frente de la filial de una empresa multinacional allí. Y si bien el edificio no se había derrumbado estaba inhabitable, como muchos centros de oficinas en Santiago. Así que lo primero que se hizo apenas constatar su estado fue salir disparados a alquilar el salón de reuniones de un hotel céntrico que solíamos utilizar para diversas cosas y que por suerte había resultado incólume. El terremoto pasó un domingo. Al día siguiente ya no quedaba un solo espacio disponible en los hoteles que habían sobrevivido.»
Con este precedente, más lo que pudo aprender en un curso de crisis al que asistió en Estados Unidos y que tomaba como ejemplo lo que siguió a la caída de las Torres Gemelas, Lo Russo puso en marcha una serie de medidas para paliar lo que se venía. «Ya desde que comenzó a hablarse de cuarentena en Europa pudimos empezar a planear para lo que podría suceder aquí. Hay que tener en cuenta ciertas ventajas que tienen que ver con nuestras características como empresa perteneciente a un grupo internacional como es Sogrape. Esto nos había brindado una excelente gimnasia en cuanto a teletrabajo y conferencias virtuales. La cuarentena nos agarró con el hábito de la conectividad.»
Con el rubro gerencial y administrativo cubierto también fue necesario buscar soluciones sobre el terreno con una vendimia en ciernes y mucho trabajo de campo. «El ABC para hacer frente a este tipo de situaciones necesita dos pilares fundamentales: un Comité de Crisis y un Centro de Operaciones. Para los requerimientos físicos de la vendimia recurrimos a toda la mecanización posible para exponer a la mínima cantidad de empleados. Además los dividimos en dos grupos que rotaban sin cruzarse para que si llegaba a suceder que alguno se infectara el otro grupo podría seguir funcionando. También ayudó que las condiciones climáticas hayan sido muy buenas por lo cual pudimos cerrar la vendimia tan temprano como el 29 de marzo sin sacrificar la calidad ni madurez de la uva.»
Lo Russo sostiene que, si bien la pandemia y su cuarentena resultante plantean tanto un desafío como un cimbronazo para cualquier empresa, Finca Flichman contó con tres ventajas que, si se quiere, podríamos decir que se desprende de la juventud promedio de sus equipos, 31 años (el mismo, por ejemplo, de Google). La capacidad de anticipar la crisis, el hecho de que todos tengan laptops y que hayan tenido a las videoconferencias como su pan diario.