Blends y misterio

Para los especialistas la botella desnuda siempre suena a promesa. O bien porque indica que lo que contiene es una completa novedad o bien porque se trata de algo especialísimo que su autor guardó para compartir con amigos y favorecedores. Y si bien la última presentación de los Entrelíneas de Santiago Reta tuvo un poco de ambas, también volvió a exacerbar el celo profesional de la cata a ciegas.

Démonos un poco de margen para las coordenadas de la entente. Un regio almuerzo como sólo te los puede servir el genio de Pol Lykan en su bello Freud & Fahler para probar las nuevas añadas de los vinos que Giuseppe Franceschini crea para Finca La Escarcha. El punto fue que, merced a la inquietud y los buenos oficios de los distribuidores de Winespotters, pudimos ser testigos de una  total y completa preview de la próxima jugada de la bodega. Se trataba de dos blends nuevos, uno de ellos tan puro misterio que ni se nos quiso confiar las cepas que lo componían. Y el otro un muy logrado assamblage de Syrah y Malbec.

Algo hemos dicho sobre la nueva ola de apuestas en el campo de los blancos, especialmente en los blanc de blancs donde muchas bodegas empiezan a ponerle su fichas a vinos con un grado de elaboración por encima de la media. «En este caso-comenta Reta- decidimos pensar este blend por fuera de nuestras etiquetas de Entrelineas. Nos parece algo diferente, que pertenece a lo mejor de Finca La Escarcha pero pensamos que tendríamos que sacarlo bajo su propia etiqueta. Entonces la idea va a ser desarrollarlo con su propia línea. Entrelíneas va a seguir con su serie de varietales netos mientras que estos dos blends serán algo que se desmarque

Hablábamos de botellas desnudas y ese fue el caso del reconocido Viognier de Entrelineas, el elegante y untuoso blanco en su versión 2016. Y para acompañar un cordero al vacío con una papas increíbles alternarían las nuevas añadas de Malbec y Syrah. Y qué pasó con el misterioso asamblage de blancas. Por empezar se nos dejó saber que eran variedades galas, pero no cuales. Así que contaremos las más puras sensaciones. Primero que todo, elegancia. Una untuosidad postergada, que aparece recién después en un largo de boca sorprendente para un vino tan bebible. Mucha fruta blanca (más que cítricos, en mi opinión) con una acidez que aporta ligereza. Habrá que saber luego exactamente de qué se trató. Pero más allá de eso, así, a ciegas, podemos decir que es un blanco muy disfrutable, atendible y equilibrado que sin dudas será muy bien recibido por la afición. Paciencia.

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