Pocas bebidas en el mundo han mostrado una lucha por su identidad más rabiosa que el pisco. Que si de Perú o de Chile, bien vale aclarar que lo que hoy conforman ambos países compartían el mismo catastro virreinal español y fue precisamente esa ola colonizante la que traería hasta aquellas latitudes las primeras vides de los curas. Zanjada que se hubo la disputa, con un salomónico «sólo uds dos podrán invocar su nombre» vemos como la tan célebre como celebrada espirituosa sale a conquistar el mundo.
Justamente en medio de tal epopeya se nos dio conocer a los representantes de una de las marcas de pisco más exitosas del orbe: la icónica Barsol. Para que quede clara la impronta que buscan darle sus abanderados notamos que desde su Master Destiller a su ambassador local miran con ambos ojos a las barras como el campo de batalla donde dirimir preeminencias.
Así fue que presidieron la presentación de Barsol entre conocedores y prensa, Diego Loret de Mola dueño y Master Destiller de la Bodega San Isidro, punto de origen de Barsol, junto a Zoila Pino, representante para América Latina y, último pero no menos importante, el bartender Martín Tumino como pata argentina del desembarco de la marca.
El propio trío sumado a la mecánica de la presentación dejaron en claro que la intención de enfocarse en la reconocida coctelería peruana. «Más allá de cualquier polémica sobre sus orígenes– arranca Loret de Mola– aquí podemos hacer un distingo categórico con nuestros colegas de Chile. Los productos de Barsol han sido creados pura y exclusivamente a partir de diversas uvas pisqueras, sin aditamentos de ningún tipo, sin agregados de agua ni contacto con madera alguna.» Ciertamente eso no es lo que sucede con las versiones chilenas donde sí se consienten reposos y añejamientos.
Conscientes de las muchas posibilidades que la larga tradición peruana gasta en las barras del mundo la idea fue ir recorriéndola sin abocarse exclusivamente al Pisco Sour, clásico de clásicos . De hecho se abrió el juego con un Pisco Punch. Aunque menos conocido la escolástica lo reconoce como el primer coctel de pisco del que se tenga registro y parece que la enfebrecida ida y vuelta del oro a mitades del 1800 hizo que la espirituosa terminara en San Francisco donde vio la luz esta mezcla refrescante con gran protagonismo del ananá y sus circunstancias. También fue muy educativa la recreación del Chilcano, un trago de perfil reconstitutivo que parece mentar al celebre caldo de pescado con el comparten color y al que se le atribuyen ventajas medicinales para capear la resaca. Fuente innegable de sorpresas a los anfitriones se les dio por recordar que precisamente las primeras quinoas también vinieron de esta tierra tan prodiga y se le atrevieron a un Pisco Tonic a pura Torontel fungiendo de gin.
Pasado que hubimos la hora de los cocteles se nos ofreció hacer una cata del producto a pelo. Y grata fue la sorpresa al ver que, efectivamente, las distintas variedades se condecían con perfiles bien identificables y, la última prueba de fuego, que al día siguiente de tamaña ordalía pisquera la cabeza de quien suscribe permaneció incólume y sin borrascas.