Es bien conocida la relación con la tierra que promueve Ernesto Catena en cada uno de sus proyectos. Desde siempre fue intentando que sus vinos reflejaran ese interés por mantener cierto grado de equilibrio y conservar la identidad de sus viñedos sin ningún aditivo. Y eso vuelve a quedar de manifiesto en la última presentación de su serie de vinos naturales.
El derrotero de sus bodegas fue virando, ajustándose, desde aquel Tikal Natural, a las series orgánicas de Ánimal, pasando por la reconversión de los Siesta hasta volverlos totalmente biodinámicos. Con todo esto en mente no iba a ser sorpresa que comenzara una Sociedad de Vinos Naturales, Orgánicos y Biodinámicos (S.N.O.B.) con Nicolás Jascalevich. La idea fue aunar los esfuerzos de diversos winemakers que comparten esa devoción por producir vinos que representen su terruño sin artificios.
La reunión fue un buen punto de encuentro con varias etiquetas de estos productores bajo el marco de la SNOB y el abanico de ofertas de dos de sus emprendimientos más recientes: L’Orange y Stella Crinita. Merced a la más que fluída, francamente amistosa, relación con las bodegas del grupo y su gente, tuve la oportunidad de ser testigo de ambos proyectos desde sus inicios. Cerrando una nota sobre vinos orgánicos y biodinámicos pude presenciar los primeros esfuerzos en vino natural en un espacio que, originariamente, se llamó «El Búho» y que ahora fue rebautizado como Stella Crinita. De allí habría de surgir el Amici Miei, el primer bi-varietal de la serie y sobre el cual hemos escrito en este medio. Brevemente: tanto los vinos orgánicos como los biodinámicos aceptan cantidades, sensiblemente inferiores a la media de la industria, de sulfitos. Éstos son compuestos sumamente necesarios a la hora de estabilizar al vino. El punto es que en el rango de los naturales dicho añadido no se permite.
De aquel primer ejemplar se fue derivando a cinco etiquetas, dos de L’Orange y tres de Stella Crinita. De los dos primeros, que responden al nombre de Fammi L’amore, podemos decir que extienden su propuesta juguetona más allá de su propia etiqueta y vienen en botellas con impronta de refresco de 500 cm y tapa corona. Uno es un bi-varietal de Semillón y Viognier y el otro, de un rojo profundo, constituído en su totalidad por Criolla Grande. Son vinos jóvenes que apuestan claramente a un consumo desacartonado.
Los otros tres recienvenidos son de Stella Crinita y se presentan en una atractiva botella francesa que a los seguidores de Ernesto no les resultará extraña. Son las mismas que usa para su vino naranja de Alma Negra aunque en versión oscura. Aquí la apuesta es por cepas no tan tradicionales. Está muy bien el Cabernet Franc y muy atendibles también la Barbera y el Petit Verdot. Cerrando se pudo probar la nueva añada del co-fermentado Amici Miei.