Desde estas páginas hemos comentado el derrotero de Phillipe Garaguel y sus vinos. Como responsable de Bodega Atamisque ha sabido aunar el espíritu del terruño montañero del Valle de Uco con una elegancia de clara inspiración europea. Sin embargo los Clos de Abanicos, su último opus, parecen haber invertido de cierto modo tal perspectiva.
Si bien la nueva línea incluye varios cepajes el enólogo posee una prédica más que interesante en su forma de trabajar el Chardonnay con un bello crescendo de expresiones de esa uva en la progresión Serbal–Catalpa–Atamisque. Y por eso hemos decidido pivotar sobre su nueva interpretación que, sorprendentemente, se desmarca de aquellos que podríamos pensar como sus predecesores.
«Ésta es un línea de vinos que se basa en un concepto geológico. – arranca el enólogo- Todos los suelos del oeste argentino están apoyados en lo que se conoce como conos aluvionales. En nuestro caso representa la zona de expulsión del Volcán Tupungato con una distribución del material más concentrada en el extremo superior y que luego se diluye y despliega en su descenso. Y, en determinados puntos, esos conos se detuvieron por algún tipo de resistencia física. Al cabo de los siglos esa resistencia física hizo que esos detritos se rompiesen y distribuyesen ya no como un cono sino mas bien en forma de abanico y de ahi el nombre de abanico aluvional. A partir de estudios geológicos descubrimos que nuestra finca se encuentra ubicada sobre uno de estos abanicos, hallamos las cartas que corresponden a determinadas parcelas e hicimos un vino por cada una de ellas. Hay un Malbec, un Cabernet Franc, un Merlot con corte de Cabernet Franc y un Chardonnay. El concepto de Clos de Abanicos también refiere al término francés que significa «confinado» y hace referencia a lo escaso de la producción, unas 2000 botellas por etiqueta. Además también queremos celebrar ese carácter único de cada añada a través del arte de dichas etiquetas, que cada año estarán basadas en una obra exclusiva de un artista de la zona. Para la 2017 hemos recurrido a la pintora Cecilia Prato y para la que sigue, que será presentada en noviembre próximo convocamos a Eduardo Hoffmann.»
«Yendo específicamente al Chardonnay procede de una parcela que tiene un rendimiento exiguo, de unos 3000 kilos por hectárea, perteneciente a la selección masal Mendoza y cuya fermentación se realiza en barricas que han tenido un uso ya de una campaña anterior.»
Esta barrica pertenece a una tonelería francesa con duelas provenientes de robles criados en condiciones extremas, lo que redunda en arboles más pequeños y compactos que proveen una porosidad mucho más abigarrada que cualquier otra expresión de roble francés y que ofrecen una microoxigenación muy específica y que le ha dado una gran reputación a la hora de producir Chardonnay de clase mundial. Caraguel ha dejado en claro que este proyecto personal (que produce junto al propietario de la finca, Jean Étienne Beaune) no busca presentar los vinos de Atamisque con una etiqueta distinta sino que sean expresiones totalmente autónomas que reviertan un poco el punto de arranque de la bodega «vinos del Valle de Uco con toques franceses a vinos de inspiración y espíritu francés con un toque argentino.» Y habiéndolo probado podemos decir que la misión se cumplió. La madera está presente de un modo muy equilibrado y elegante, redondeando la expresión varietal pero sin tanta incidencia untuosa. Hay flor y fruta blanca con toques de acidez. Es un vino aparentemente ligero en su estructura pero que se abre en capas mostrando una complejidad que no atosiga, que busca ser descubierta como una pequeña música secreta.