Cuando en la aldea global del vino ya se viene hablando hace rato de propugnar una región antes que un cepaje, en el mendocino Paraje Altamira se sigue consolidando esta idea. Justamente acaba de pasar una Feria de PIPA en el espacio de UCO. Y fue una oportunidad inmejorable para conocer cómo avanza esta asociación y tener acceso a una cincuentena de sus etiquetas.
«Los Productores Independientes de Paraje Altamira venimos luchando por dar a conocer con nuestros vinos esta zona tan especial del Valle de Uco– explica Yair Wald, miembro de PIPA y uno de los responsables de Finca Beth– La zona cuenta con su propia Indicación Geográfica y una de las misiones que nos hemos impuesto junto a los otros miembros es mostrar al mundo sus cualidades únicas y continuar investigando para conocerla cada vez con mayor profundidad.»
PIPA está conformada por once miembros: Lupa, Finca Beth, Finca La Igriega, Finca Suarez, Finca Las Glicinas, Laderas de los Andes, Casa Altamira, Traslapiedra, el Colo Sejanovich con Tinto Negro y Bodegas Teho, los vinos biodinámicos de Chakana y la recién asociada Mendel.
En unas palabras introductorias Juanfa Suarez adelantó que se ha emprendido un estudio más exhaustivo de la zona. «Estamos arrancando con recursos propios pero siempre abiertos a la incorporación de aportes del gobierno o de privados puesto que el alcance de la investigación que pretendemos es bastante ambicioso. Tengamos en cuenta que en Paraje Altamira se encuentran en la actualidad cerca de una veintena de calicatas desperdigadas por toda su extensión y nosotros planeamos hacer algo en el orden de las 500. Para darle cuerpo a toda esta nueva información contamos con el gran divulgador y reconocido geólogo Guillermo Corona, el mismo de «Geografía del Vino«
La Feria brindó la posibilidad de hablar con los productores toda vez que también probar novedades y las últimas añadas de sus vinos más reconocidos.
La base calcárea y coluvial típica de Altamira aporta una acidez muy encomiable a la hora de crear grandes blancos y de ello dieron pruebas algunos ejemplos de clásicos y modernos. Para el caso fue muy bueno arrancar con el Semillón de Finca Suarez. También fue digno de mención el estilo filoso, bebible y moderno del naranjo de 2km. Siempre en el rubro perfil novedoso podemos sumar a los chicos de Traslapiedra con su Blanco de Parcela Chardonnay. Algo más clásico el estilo y la untuosidad del reconocido Ayni Chardonnay del extremo superior de los biodinámicos Chakana. Y si pensamos en blancos consagrados no podemos pasar por alto el histórico Semillón de Mendel, del maestro Roberto de la Mota.
Hablábamos de la conformación de suelo y casi podríamos dar por descontadas las notas de tiza y grafito en muchos de sus tintos. Aquí se vuelven a destacar los que elabora Alejandro Sejanovich junto a su socio de siempre Jeff Mausbach los que, en sus Finca La Escuela, aluden directamente al limo, la piedra o la grava. La gente de Finca Beth no quiere perderse de nada y hace una apuesta bifronte con dos series con dos enólogos y estilos muy diferentes para contar el cuento de su pequeña viña. La apuesta más descarnada y risquée de Matías Michelini para sus 2km y la carnosidad tánica de Rompecabezas bajo la égida de Felipe Stahlschmidt. Otro buen ejemplo de devoción por el suelo son las pocas botellas que van quedando del Ayni Parcela Gravas que el enólogo Gabriel Bloise elabora para Chakana. Aquí se hace patente la extrema austeridad de un suelo de lajas más el hecho de que se trate, como parte intrínseca de su filosofía, de un vino natural, o sea sin sulfitos agregados.