Dentro de los no tantos formatos en que vienen los puros sin duda que las culebras entran por derecho propio en el palmarés de las rarezas. Muchos las sindican como una suerte de broma o picardía que al final quedó y, dada también su proverbial escasez, poco se ha visto, escrito y sobre todo probado de esta vitola tan curiosa.
En cuanto a la forma en sí misma se trata de tres figuras de bajo peso de 39 de cepo y 146 mm de largo, torcidas a mano dentro de la escolástica general pero que se entrelazan sostenidas por dos cintas de seda y una vitola común. Haciendo memoria (y un poquito de investigación) nos viene a la mente una horrorosa versión nicaragüense, una más coqueta, el Special C de Davidoff y la que le ha dedicado la casa Partagás y cuya bella estampa adorna estas páginas.
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Dentro de las varias leyendas que giran en torno a ellas la más popular (y también la más unánime en su aceptación) es la de su origen. Los puros en general y los habanos en particular siempre fueron considerados un producto valioso y debido a ello se limitaba el número de piezas que se le permitía tomar a los maestros torcedores. Solo podían llevarse tres al final del día. Pícaros de toda picardía se pusieron de acuerdo para formar este trío de tabacos medianos que según ellos contaban por uno. Si tomamos en cuenta que otro de los motivos para acotar esta provista era evitar que los vendieran por las suyas, el tortuoso perfil de las culebras desatadas parece que las volvían muy poco apetecibles entre sus posibles consumidores. Hablando de los torcedores y sus mañas cierto es que la culebra tiene sus particularidades y para desentrañarlas tuvimos la suerte de poder contar con la data de Déborah García Zulueta, responsable de calidad de Partagás por más de una década. «Lo que sucede a la hora de conformarlo es que lo dejan húmedo en galera. Lo tapan con la mogolla, que es como le dicen a los restos de los tabacos que se fabricaron, y después de eso lo ponen en un recipiente de plástico tapado y lo envían abajo. Es en la escogida donde se arman porque eso se mantiene guardado húmedo para poder formar la trenza sin que se rompan.»
De la parte de cómo se consumen también existe bastante folcklore: que se deben fumar los tres al mismo tiempo (hay conocidos que lo han hecho y no es para nada recomendable) y otra muy popular es que hay que compartirlas entre tres amigos luego de una jornada especial. En el caso de mi propia experiencia decidimos abrevar en esta última. Cabe tener en cuenta que también pueden deshacerse e ir fumándolas de a una mientras se guarda el resto como vemos que hace el personaje de Burgess Meredith en este capítulo de La Dimensión Desconocida.
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Así que tenemos que cortar las cintas y desenredar los tabacos con mucho cuidado. Contra lo que sería dable esperar con figuras que han quedado tan irregulares (que tengan un tiraje accidentado) resultó que la fumada fue totalmente fluída. Y potente. Aunque acusa la misma fortaleza que el resto de las vitolas de la marca quizás lo aireado de la fumada la vuelve tan generosa como menos concentrada. Al ser una culebra contemporánea nos hace pensar en sus grandes potencialidades para añejar. En la imagen que abre este artículo vemos una versión del año 2000 aproximadamente con el papel «de alfajor» con las que se envolvían en aquel entonces y que fue un regalo muy preciado que ya ha estado junto a mi por un cuarto de siglo. Quién sabe qué maravillas de sabor estarán aguardando bajo esas estrellitas plateadas.