Pese a que la industria vitivínicola ha gozado de un permitido a la hora de lidiar con su cosecha en plena pandemia, podríamos decir que hasta ahí han llegado sus ventajas. Y que, en lo más mediato, vamos a perdernos de algunas hermosas costumbres como la de juntarse en alegre montón con productores y colegas a probar sus novedades. Así, inaugurando un poco esta nueva modalidad, la gente de Santa Julia presentó en la virtualidad su Cabernet Franc, la nueva cepa de Alambrado, junto al resto de los tintos de la escudería.
Con una logística bien afiatada, la ambassador de la marca, Nancy Johnson se encargó de que a ninguno de los asistentes les faltasen muestras de los vinos en cuestión y, a la hora señalada y junto al enólogo Rubén Ruffo, arrancó la presentación.
«La línea Alambrado es una de las expresiones premium de Santa Julia y fue pensada muy especialmente para acompañar a la gastronomía– abrió el winemaker- se trata de vinos con la fruta muy presente, de estructura ligera y buena acidez, pensados como compañeros ideales de la mesa y que inviten a beber, sencillamente. Por eso nos abocamos a la creación de vinos con gran elegancia pero sin improntas muy tánicas.» Para ello la gente de la bodega ha recurrido exclusivamente a dos viñas en Valle de Uco, apenas con cinco kilómetros entre una y otra. «Elegimos estas dos fincas en Tunuyán que, si bien son bastante jóvenes y cercanas, presentan dos fisonomías muy distintas. En orden ascendente nos encontramos La Ribera, a 980 metros. Es la más nueva y fue plantada hace una década. Ocupa la primera terraza que forma el Río Tunuyán lo que la hace pródiga en depósitos franco limosos con mucha piedra (algo que se nota patente en las imágenes de las nuevas zonas en desarrollo). Son unas 130 hectáreas plantadas en espaldero. Ascendiendo unos 200 metros se encuentra Vista Flores. Esta finca fue plantada en 2005 y posee una morfología de suelos donde se entrecruzan los conos aluviales de La Remonta y Los Chacayes. Son 43 hectáreas de suelos de conformación franco arenosa, con casi dos metros antes de encontrar piedra y muy homogéneos.»
Con elementos de estas dos paletas, Alambrado plantea sus vinos. En el caso de los tintos repasamos varias etiquetas antes de llegar al recienvenido Cabernet Franc. La degustación comenzó con una Bonarda muy particular, llegada de La Ribera. En este caso se notó la diferencia con la forma en que la cepa se da en Santa Rosa, otra de las zonas de producción del grupo. Aquí la estructura era mucho más ligera, de gran fluidez y fruta sumamente fresca. Como dijeron sus responsables, Alambrado no busca grandes estructuras sino que prefiere optar por perfiles amables y muy bebibles. A renglón seguido llegó el turno del Malbec, pivotando con aportes de ambos viñedos. Claramente se notaba una astringencia más marcada y un pequeño mordiente tánico, pero siempre sin salirse del registro y la búsqueda de la línea. Luego siguió el Cabernet Sauvignon con una presencia de pirazinas amables, bien redondeadas por los 10 meses de paso por barrica francesa. Y a continuación llegó la hora del estreno. El Cabernet Franc que se suma a la familia. Es un tinto de rojo intenso con pirazinas casi etéreas y más notas herbales que de fruta. Algo que se condice con su origen, 100% de la pedregosa La Ribera. Prima la acidez sobre la estructura, con un cuerpo medio y elegante largo de boca.
Finalmente y para cerrar la entente fue ocasión para volver al Gran Alambrado. Éste es el único Blend de la línea y quizás llame un poco la atención al presentar un perfil más redondo, con una estructura que se separa un poco de la de sus compañeros de ruta. Aquí hay más notas de evolución con toques de confitura y notas de frutos rojos pero más de carozo como la guinda.