El mundo de las profundidades ha sido una fuente de fascinación para los seres humanos. Ya desde el inicio de los tiempos el hombre ha tratado de desafiar las hostilidades de un medio que tanto brinda colorido y un sinfín de vida marina como abismos insondables de oscuridad y criaturas de pesadilla. Desde el buzo más humilde al que se adentra en la noche eterna de lo que se conoce como buceo técnico-militar, donde la descompresión mediante cámara hiperbárica es imprescindible, todos han (hemos) tenido que profesar una confianza de vida o muerte en el reloj, el primer instrumental del humano que se adentra por la vía descendente.
Ya desde los relojes pioneros que apenas aguantaban que se los metiera al agua, como el Rolex que acompañó a Mercedes Gleitze en el Cruce de la Mancha a los primeros Omegas capaces ya de soportar una presión incipiente, el concepto del reloj como herramienta de buceo ha recorrido sin dudas un largo camino.
Por eso fue un lujo poder asistir a una charla con Ikuo Tokunaga, uno de los personajes que más ha contribuido con múltiples aportes en el desarrollo de la tecnología que habría de brindar herramientas para una de las versiones de buceo que más demanda, tanto de hombres como de equipo, el buceo de saturación.
«Desde 1965 Seiko comenzó a desarrollar sus primeros relojes de buceo con su 150WR, el primer reloj de la categoría en Japón. Yo me sumé a la manufactura apenas cinco años después, enfocándome en relojes de especialidad, desarrollando modelos tanto para buceo como para aviación y aventura. Justamente habrían de pasar otros cinco años más para que comenzara la historia de uno de los relojes más icónicos del buceo mundial: el Grandfather Tuna. Este es el apodo del Professional Diver’s 600m, un proyecto que nació del pedido de un buzo profesional que necesitaba un reloj de gran resistencia y que tomara en cuenta un problema que otros guardatiempos de la época no habían contemplado. Me refiero al uso de mezclas de helio en el aire comprimido que se respira en ese tipo de inmersiones. El punto es que pasados los 40 metros de profundidad el cuerpo ya no puede procesar el aire con una composición normal, que es lo que se comprime para que respiren los buzos que pueden bajar hasta esos niveles. Ese sería el umbral del buceo deportivo o recreacional. Cuando se hace necesario ir aún más profundo se inicia la denominada saturación y allí ya comienza a utilizarse una mezcla de gases entre los que se destaca el helio.«
Hacer un reloj capaz de mantenerse estanco ante tamañas presiones es un verdadero desafío, pero al mismo se le añade otro merced al helio, cuya molécula es varias veces más pequeña que la del oxigeno, por ejemplo. El punto es que a tanta presión el helio comienza a filtrarse dentro del reloj y en muchos caso puede quebrar su cristal desde adentro. Así que ya no bastaba con la estanqueidad para el agua, también había que hacerlo estanco para el helio. Este problema fue encarado con dos técnicas similares por dos de los grandes gigantes de la industria del reloj-herramienta, Rolex y Omega. Este último desarrolló una válvula de escape manual mientras que la marca de la corona propuso un sistema de escape automático en sus Sea- Dweller. «Nosotros– continua Tokunaga– decidimos enfrentar el problema desde un ángulo novedoso. No tener que lidiar con la forma de sacar el helio del calibre, sino hallar la manera de que éste quedara estanco mediante la creación de un monobloque.» Aquí Seiko vuelve a marcar un hito al construir éste bloque único en titanio. Claramente se eligió dicho material por su liviandad y su mayor resistencia a la corrosión. Hay que tener en cuenta que la caja del Tuna es de nada menos que 50mm. Y aquí se suma otro de los rasgos más reconocibles de la serie, la sobrecubierta que le da a los Professional Diver’s ese aspecto de lata de atún. «Una de las cosas que los buzos profesionales nos pedían fue que sus relojes tuvieran una gran resistencia a los golpes, dado que durante las inmersiones se manejan con superficies duras y muchas herramientas metálicas. La solución que hallamos fue adicionarles esta suerte de carcaza que protege doblemente a la caja y al dial. Es muy importante que nada desajuste el dial, puesto que con eso el buzo puede ver sus tiempos de inmersión. Si un golpe cambiara su posición, esa diferencia podría resultar fatal para alguien trabajando a esas profundidades.» Incluso para alguien que haya buceado bastante dentro de los límites del descenso deportivo es difícil entender cabalmente la tremenda presión a la que se ven expuestos tanto hombres como equipo. En la foto que ilustra esta nota se puede ver un simple elemento cotidiano de la vida japonesa, un vasito para servir fideos en la calle. Luego de haber sido expuesto a un descenso de 1000 metros el vasito se ha constreñido casi hasta la mitad de su tamaño original. Luego de esta prueba tan contundente todos nos quedamos expectantes cuando, serio de toda seriedad, Tokunagua comentó lo que había sucedido con un sumergible enviado a esos abismos y, rebuscando en sus bolsillos, sacó una replica tamaño llavero del submarino amarillo de los Beatles. Aún los inescrutables ingenieros japoneses tienen su propio, curioso sentido del humor.