Con la regularidad de las estaciones (o sería más justa la imagen de los años bisiestos) desembarcó entre nosotros una nueva entrega de la saga del ahora blondo 007. Luego de que Skyfall fuese no sólo un éxito de crítica sino que además ranqueara como la película local mas vista en los pagos de Nuestra Graciosa Majestad, las expectativas sobre Spectre eran mayúsculas. Más allá de consideraciones cinematográficas que habrán de dirimirse mejor en otros ámbitos, en el rubro que nos ocupa la presencia de las piezas de Omega estuvo a la altura de tales circunstancias.
Dos décadas han pasado desde que Lindy Hemming, la responsable del vestuario del agente con licencia para matar, decidiese jubilar el Rolex Submariner y buscar algo, según ella, con un toque más europeo. Y que fuese azul como corresponde a un hombre de mar como el Comandante Bond. El elegido fue un Omega 300M de acero con fondo oceánico. Su exclusiva válvula de escape de helio (que nadie fuera del gremio subacuático entendía siquiera qué era) sirvió para que anidaran un sinnúmero de gadgets, desde lasers a nanocuerdas de escalada. Pese a ser un hombre dado por demás al cambio frenético de vestuario, el Bond de Pierce Brosnan fue muy conservador con respecto a su reloj. Y no hubo de cambiárselo por lo que duró su estancia en la calesita del carismático personaje.
La nueva cara, tan angulosa como rubia, de Daniel Craig, marcó un cambio de guardia en la muñeca de Bond. En Casino Royale comienza con el 300M para luego pasar al que, con variantes, sería su nuevo favorito: El Planet Ocean. Ahora por primera vez el viejo James no usa un reloj «de línea» por así decirlo sino que se inclina por una Edición Limitada. Tal es el caso del Seamaster 300 con una inusual correa NATO. Aunque es sin duda la pieza que se roba todas la miradas, justo es acotar que también comparte cartel con un Aqua Terra 150M.
A la hora de presentarlo en sociedad a nivel local, damas de total audacia como Miriam Testorelli e Inés Gamarci, tuvieron la deferencia de invitar a quien suscribe para dar un breve paneo de la relación de Omega con 007. Y de paso lucir, aunque más no sea por lo que duró la fiesta, una de las 7007 piezas que se ven en Spectre.
El local de Testorelli en Unicenter fue reconvertido en una sofisticada guarida, con ladrillos a la vista, barras donde los martinis se agitan pero no se revuelven y, por supuesto, un rosario de señoritas de ensueño. Puesto que los miembros del bello sexo son tan importantes en la saga de Bond y que por supuesto son dignas depositarias de las más bellas joyas, la gente de Testorelli no sólo dió espacio a que los muchachos se recrearan la vista con los magníficos relojes de la serie sino que para ellas también hubo una mini muestra de las joyas que varias chicas Bond han lucido en la pantalla grande. Desde el exquisito cuello de la malvada Xenia Onatopp al impoluto escote de Vesper Lynd las damas presentes pudieron jugar a ser ellas también, por un rato, consortes del infatigable agente surgido de los sueños de Ian Fleming.