Apenas enfrentado al hecho de arrancar su proyecto en nuestro país, a Jean Bousquet, patriarca de la bodega Domaine Bousquet, se le oyó decir «vamos a producir orgánico porque podemos«. La frase venía a cuento de reconocer las ventajas intrínsecas que tiene cultivar la vid en un secano contra las iniquidades del régimen continental europeo y su humedad sobreabundante. Y vaya si obró en consecuencia: actualmente es el mayor productor de vinos que no recurren a fertilizantes ni pesticidas sintéticos de Argentina. Esta afabilidad local con las prácticas orgánicas, arrancando con lo climático, también iba a quedar patente para sus colegas como, por caso, el reconocido viticultor Edgardo Del Pópolo. Amparado en su doble condición de enólogo e ingeniero agrónomo y su propio interés en buscar los métodos más idóneos para representar el terroir de donde salen sus vinos de un modo sustentable, sólo era cuestión de tiempo para que presentara su primer tinto natural.
El BenMarco Sin Límites Malbec Orgánico 2019 ya había tenido una breve aunque llamativa entreé como frutilla del postre de una de las últimas presentaciones presenciales allá por el aciago otoño del 2019. «Admito que, a veces, uno se deja llevar por el entusiasmo y las ganas de sorprender– comenta Del Pópolo– y que estaba algo preocupado por haber presentado un vino un poco crudo, apostando a que los periodistas fueran conscientes de esa condición. Así que ahora me quedo más tranquilo al saber que los que lo probaron aquella vez pueden volver a él habiendo tenido tiempo de asentarse.»
Cierto es que aquel momento ya dejaba ver hacia dónde apuntaban los primeros intentos de BenMarco tanto en el rubro orgánico como el no menos desafiante (incluso, a juicio de quien suscribe, más desafiante) derecho de poner la tilde en el casillero de los vinos naturales. Hay que reconocer que a muchos jugadores de la industria no les gusta del todo abrevar en el término «natural«, puesto que, a diferencia de «orgánico» o «biodinámico» aún no llega a estar certificado por entidad alguna. De hecho lo que sí se permiten sus cultores es la leyenda «sin sulfitos agregados«. Long story short: puesto que el vino es un producto donde siguen ocurriendo una serie de eventos durante su existencia lo que se busca con el agregado de compuestos sulfurosos es estabilizarlo para garantizar lo más posible una longevidad saludable. Sin embargo eso no significa que los vinos naturales no los posean (igualmente se producen, por ejemplo, durante la fermentación) solo que esas cantidades no alcanzan a ranquear como estabilizadores.
«Somos conscientes de los riesgos que conlleva no agregar sulfitos– continúa el winemaker- pero quiero hacer la salvedad de que, en este caso, podríamos decir que se trató de una apuesta acotada. Si bien no se trata de uvas propias (aunque estamos en proceso de certificar como orgánicos nuestros propios viñedos) recurrimos a un productor de la mayor confianza cuyas uvas conocemos en profundidad. Además, hablando de riesgo calculado, sin dudas no nos hubiéramos atrevido a encarar este Malbec si no contáramos con la tranquilidad de una cosecha fría y seca como la 2019.» Apostando a pleno por la fruta aquí se decidió no agregar paso por madera. Esto también sumó a la hora de exponer el mosto a la menor cantidad de agentes exógenos posible. «Recurrimos a una vinificación reductiva. Tratamos de exponer lo mínimo al vino mediante la implementación de un solo pisoneo diario.»
Sin dudas fue muy útil el haber podido acceder a ese primer atisbo de un Malbec de estas características literalmente al pie de la vaca. Comparando impresiones de aquella experiencia se nota cómo le ha sentado a este tinto los casi tres años de botella. Por empezar está súper vibrante de color, un violeta profundo que luce intacto de cualquier calendario. La pequeña nota verde (que incluso muchas veces suele ser la primera impresión de los vinos sin sulfitos) ha desaparecido por completo y en su lugar campea una nariz inicial plena de fruta y , en boca, mucha sensación táctil, de carne de durazno cerca del carozo o de pétalo de rosa mosqueta. Siendo un vino tan sensible a la oxidación es harto recomendable (si se tiene la templanza suficiente) beberlo de un día para otro y constatar allí cómo empieza a hacerse patente el chocolate y las notas de fruta más madura.