Margaret Atwood decía en un poema que «una palabra después de una palabra después de una palabra es poder» y tal vez de tanto tenerlas ahí, tan a la mano, dejamos de entender esa potencia casi milagrosa. Y quizás haga falta que se nos nieguen para volver a entender lo que realmente valen. Estas reflexiones surgen del camino que acabaron tomando un par de amigos amantes del vino y del proyecto que finalmente concretaron. Leandro Rodríguez y Fernando Spigatín plasmaron Grazie Mille e, invitados a conocer la última incorporación de su línea Libertad, nos pareció un buen momento para hacer una semblanza de la joven bodega.
La historia nace en plena pandemia cuando Leandro, gran apasionado del vino pero con un backround netamente empresarial, le insistía a Fernando, él sí con una formación profesional que volcaba en su emprendimiento familiar Domados Wines, para que se unieran en la aventura de producir sus propios vinos. Pero el enólogo, por una serie de motivos, venía decantando por la negativa. Fue en medio de estas idas y vueltas que Spigatín sufre un ACV al que poco tiempo después seguiría otro, este último con mayores consecuencias. Una de ellas fue la imposibilidad de escribir, una práctica a la que era muy afín al punto de cultivar el casi olvidado arte de llevar un diario. Poco a poco, en medio de una patente recuperación, consiguió poder volver a escribir aunque solo palabras sueltas. Una fue el sí, respondiendo a la propuesta de Leandro y otras algunas de las que engalanarían las etiquetas de la incipiente bodega.
«Apenas Fernando me comentó que comenzaba a recuperar el uso de las palabras nos dimos cuenta de que muchas eran muy importantes, capitales para nosotros– comenta Rodríguez– y por ello decidimos darles un protagonismo central en nuestras etiquetas. Entre las vicisitudes personales y el terrible clima de una pandemia mundial la idea de un agradecimiento profundo nos llevó a bautizar a nuestro proyecto Grazie Mille. Y también a otros términos que se presentaban una y otra vez como Amistad, Libertad y Pasión, las cuales junto a Design, iban a convertirse en la nomenclatura de las líneas de nuestra bodega.»
Como nos explica uno de sus creadores Grazie Mille celebra esos valores junto a la alegría de poder volver a aquel contacto perdido y prohibido por las circunstancias de fundirse en el abrazo que ilustran todas sus etiquetas. Dado que también fueron pensados como vinos gastronómicos el recorrido por sus etiquetas se dió en el marco de una cena en Drams.
El comienzo con los entrantes fue para un Assemblage de Blancas de la línea Amistad, el entry level de la bodega. Como con el resto de sus hermanos este corte esta conformado por uvas provenientes de La Consulta, Paraje Altamira, Valle de Uco. Posee un 50% de Semillón, un 30% de Sauvignon Blanc y un cierre de Torrontés todo en un rango de altura de 950-1200 msnm y 6 meses de paso por barrica. Claramente esto último, también común a los Amistad, busca más que nada redondear. Es un blanco con flor y fruta, seco, sin untuosidad y con buena acidez.
Mientras llegaba a la mesa una muy celebrada lasagna de vacío (responsabilidad de Verónica Tomaghelli) dieron paso los tintos. La línea Libertad propone vinos con mayor complejidad y crianza, doblando la de sus predecesores. Para el caso arrancamos con un Blend de Tintas con una porción mandataria de 40% de Malbec más intervenciones repartidas a partes iguales de Merlot, Cabernet Sauvignon y Cabernet Franc. La estiba y el origen dan un buen balance entre notas sofisticadas con taninos agradables y un cierre mineral típico de La Consulta .
A renglón seguido llegó el nuevo integrante de la línea. Se trata de un Syrah también muy complejo y logrado. Está muy bien de tipicidad varietal. Literalmente a los postres fue el turno de los dos exponentes del extremo superior del portfolio de Grazie Mille. Los Design representados por un Merlot y, especialmente, un Pinot Noir. Aquí pasó que este último se terminó robando la escena. Primero con un color rojo intenso que nadie asociaría con la paleta típica de la cepa. Es un tinto montaraz en espíritu pero elegante en la resolución. Sin duda un distinto que destaca dentro de la tipicidad de un Pinot abrevando entre una buena altura (1300 metros) y el perfil de caliza del extremo más empinado del Paraje Altamira.