El todo y las partes

Como en una sumatoria fantástica nos encontramos con una propuesta tan atenta a los detalles que parece desafiar las matemáticas más elementales. El hotel de Antucura está, por supuesto, dentro del predio de la bodega y sus viñedos pero realmente propone una experiencia con entidad propia.

Ya desde el arranque se destaca con una arquitectura externa casi minimalista con sendas galerías pensadas para disfrutar de la magnifica vista de viñas, arboledas, rosales y el marco gigantesco de la Cordillera de los Andes.

Este espacio, creación de AnneCaroline Biancheri, parece una fortaleza por fuera pero dulcemente enmarcada en un espacio natural de ensueño y dando lugar a un interior plagado de zonas comunes mientras que sus contadas habitaciones están literalmente enmarcadas por una biblioteca de cualidades alexandríacas.

Ese mismo sincretismo que aúna la devoción por Santa Teresa de Lisieux con el culto a la Pachamama y que sirvió para nombrar Antucura, Piedra del Sol en la lengua pehuenche, se hace extensivo también a los nombres de cada una de las ocho habitaciones que conforman el hotel o a las nereidas de cuerpos bien criollos que reciben a los visitantes en la fuente de la entrada.

No es nada casual que el espacio esté repleto de llamadas y detalles literarios toda vez que el inicio del periplo de su creadora fue, precisamente, su trabajo como editora de libros de turismo y vino. Un encargo del Gobierno Mendocino la trajo a la provincia para evaluar la forma de replicar las publicaciones que le había dedicado a la misma industria al otro lado de los Andes. Ese primer contacto devino en enamoramiento permanente, deriva hacia la creación de sus propios vinos y la concepción de su familia en Argentina.

Caviar Bleu, su emprendimiento editorial ya lleva tres décadas de existencia y apenas unos diez menos para la bodega y el hotel de Antucura.

La arquitectura externa está pensada en forma casi excluyente para disfrutar y sumergirse en el paisaje con galerías que se abren hacia los jardines, los viñedos y la cordillera. Como la morada de la Miranda de Planeta Prohibido, la estructura puede cerrarse como una fortaleza ante los embates del Zonda.

Las referencias literarias sin duda no molestarán a la persona que reunió más de 8000 ejemplares para tapizar de suelo a techo toda la planta superior. Pero con cada dintel adornado por bellos decanters.

Ciertamente aquí parece justo pensar en una experiencia completa más que en un alojamiento, por más de buen gusto y encantador que sea. Apoltronarse en la galería, bebiendo los vinos de la bodega, leyendo sus libros o disfrutando de su cuidada gastronomía (con su correspondiente ménage personalizada para el día y la noche) dejando pasar las horas. O correrse hasta la enorme piscina que tanto vale para refrescarse como para mantener entretenido a un nadador olímpico. O perderse en el jardín, tributo a la Santa Patrona, con sus más de quinientas variedades de rosas. O simplemente dejar que nuestros sentidos se inunden por el sol y se empequeñezcan ante las paredes de piedras eternas de la Cordillera.

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