Tantos como los que suman tres décadas desde que naciera este emprendimiento que aúna la edición, la hospitalidad y unos vinos de calidad superlativa. La historia gira alrededor de su verdadera alma mater, Anne-Caroline Biancheri , quien comenzó su periplo en nuestras tierras con la creación de Caviar Bleu una editorial abocada a la producción de libros sobre vinos y turismo. La empresa prosperó al punto de extenderse allende el ande y fue a partir de ahí que los organismos de turismo de Mendoza la contactaron para proponerle trabajo.
Desde este primer encuentro la relación fue creciendo al punto de convertirla en visitante asidua de la provincia y que incluso conociera allí al padre de sus hijos. Por tanto fue una consecuencia natural que comenzase a pensar en buscar un lugar donde instalarse hasta terminar dando con una antigua y pequeña finca en Vista Flores.
Por aquellos años la zona estaba muy poco desarrollada pero contaba con un Michel Rolland que ya venía recorriendo el Valle y quien luego crearía justamente allí su celebrado Clos de los Siete. Biancheri tenía buena relación con el célebre winemaker y así nació un pequeño proyecto de 100 hectáreas con profusión de cepas al que, luego de ver la calidad de las uvas que allí se producían, hizo que su ahora vecino y primer asesor le recomendara embarcarse en la creación de sus propios vinos. Conforme iba creciendo la necesidad de recibir amigos y asociados Anne-Caroline terminó armando una pequeña posada, Casa Antucura, que devendría en hotel boutique.
Y todo esto nos trae al Antucura Blend Aniversario 2021. La bella etiqueta ostenta orgullosamente un 30, mentando las tres décadas desde que arrancaron sus emprendimientos en nuestro país con Caviar Bleu, mientras que, en rigor de verdad, la bodega cumple 10 años menos. Hay botella importante en estampa y peso cerrada al lacre y dentro reposa un assemblage de tintas formado por Merlot, Cabernet Sauvignon, Cabernet Franc y Malbec. La finca campea en los 1050 metros de cota y el corte, responsabilidad de Mauricio Ortiz (actual enólogo de la bodega), ha tenido 12 meses de paso por barricas de roble francés más 12 meses de botella antes de salir al mercado. En la copa se muestra de un violeta ala de cuervo, sumamente intenso y con largas piernas que dan cuenta de un alcohol importante pero que no avasalla. En la entrada en boca se percibe brioso casi en exceso y , pese a su relativa juventud, se podría considerar decantarlo. En seguida se reconoce la preeminencia del Merlot y, aunque se lo supone de perfil más pro galo, podemos decir que el terruño ha hecho de las suyas resultando un vino muy argentino, muy largo y contundente. Más que sugerir se puede decir que exige unas carnes suculentas. Apenas se abre comienza a verse su complejidad y, más que nada, la promesa cierta de una larga y fructífera guarda.