Cruzando las puertas del cielo

Por si a alguien le interesa, soy de la opinión de que tal vez una de las características más encomiables de Seiko como manufactura, le ha jugado un poco en contra a la hora de darle el espacio que realmente merece en el mundo de la relojería. Su sempiterna prédica de ofrecer excelentes piezas a precios lo más terrenales posibles creo que ha ido en desmedro del verdadero lugar en el palmarés que tal casa se merece.

Esta reflexión parece ser muy venida a cuento con el arribo de uno de sus últimos opus: el Seiko Prospex Speedtimer Pogue (SSC947). Justificando el amor de los devotos de la marca vemos cómo este nuevo cronógrafo en realidad rinde tributo no a uno sino a dos hitos en la historia horológica. Puesto que el Speedtimer en que se basa estuvo cabeza a cabeza por el puesto de primer cronógrafo automático y sin dudas sí fue el primero de sus congéneres en saltar la barrera de la atmósfera. Enero de 1969 parece que fue el momento en que Zenith venciera a Tag Heuer y al propio Seiko alzándose con el título aunque esto nunca quedó totalmente claro puesto que toda la «carrera» estuvo teñida de imprecisiones y controversias, al punto de que se habló de un prototipo del Seiko Speedtimer en octubre del 68.

Lo que sí no ha tenido discusión fue que el Coronel William Pogue fue el primero en usarlo en el espacio convirtiéndolo en el cronógrafo automático pionero en salir de nuestro planeta. Astronauta de la abortada misión Apollo XIX, Pogue cumpliría sus sueños extraplanetarios en 1973 como miembro de la tripulación del Skylab 4 y allí decidió llevar el Speedtimer que había comprado de su bolsillo por 71 dólares y que, lo que es la historia menuda, fue subastado en 2008 por apenas 5975 dólares. Cabe recordar que, luego de su incorporación oficial como reloj de todas las misiones tripuladas por el hombre que la NASA le dió al Speedmaster 57 de Omega (un modelo de remonta manual), Pogue tenía la obligación de usar dicha pieza. Pero el 73 no era el 69 así como las misiones a la Luna no eran lo mismo que los laboratorios en órbita y a Pogue casi no le llega su Omega a tiempo. Subsanado el error de los suizos el fiel astronauta guardó por las suyas su Seiko en el bolsillo de pierna de su traje espacial y así su 6139 conoció las estrellas. Incluso hay fotos del susodicho, con barba de toda una misión, maradonianamente luciendo ambos relojes.

Quizás haya sido un bastante de historia, pero pocos modelos se lo merecen tanto como éste. Mientras que aquel Speedtimer era, como hemos dicho, automático, este Prospex es un modelo solar. El Calibre V192 le garantiza hasta medio año de energía a carga completa. Antes que los puristas (como lo han hecho en otras partes del mundo) pongan el grito en el cielo por el cambio tan radical en su motorización hay que tener en cuenta que, de nuevo, la afición no hubiera podido tener acceso a esta pieza por debajo de la franja nominal de los 1000 dólares.

Una de las cosas más pregnantes de aquel legendario guardatiempos fue, sin duda, su audaz paleta de colores. Un tono de oro fulgente en la carátula enmarcado en un bisel interno blanco y con una división Pepsi en el dial de aluminio. En su versión actual se repite en una variante mas bien ocre intenso con los tres diales típicos del Speedtimer moderno que parecen oscuros pero en realidad son translúcidos porque por allí recibe la carga solar. El bisel interno ahora es oscuro (cosa que en mi opinión hubiese estado glorioso dejar como en el original) y por supuesto vuelve a por sus fueros el dial de taquímetro Pepsi de primer cuarto. Detallazo: ese mismo dial esta realizado en aluminio sin protección alguna lo que le augura, como a sus predecesores, un envejecimiento plagado de arañazos y con toda la onda.

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