La carrera de Aldo Graziani siempre estuvo ligada a la sommellerie. Así que no fue sorpresa cuando, al decidirse a arrancar con su propio espacio, éste cobrase la forma de un almacén de vinos. Una impronta que parece anclar con naturalidad con su ubicación, justo donde empieza San Telmo (Moreno 372)
A eso, por supuesto se fue sumando una propuesta gastronómica pensada para complementar una carta de vinos tan plena de nuevos como de consagrados. Ahora el turno de estar a cargo de la cocina es para Maximiliano Matsumoto, de destacado paso por Olsen, Casa Cruz y Tegui.
Siguiendo un menú por pasos tuvimos la oportunidad de probar varias de las novedades de su carta. Siempre, como era de esperar, en compañía de vinos grandiosos,
Sólo para abrir el juego un rosado de Matías Ricitelli. Y luego un muy herbal Sauvignon Blanc que tendría la misión de acompañar los langostinos asados con bisque de maíz. Aquí se suma la fritura de los bigotes del animalito en cuestión que no sólo es parte del emplatado toda vez que aporta una textura crocante. También pasaron el carpaccio de bife de chorizo con una ensalada thai sabrosa y picante, con el ardor justo para que lo aplacara el blanco de Ricitelli.
En los principales descollaron el salmón a la plancha con puré de papa-nabo, espinacas y pickles de mostaza. Seguido luego por un lomo asado de cocción larguísima en jugo de oporto que clamaba ya por tintos rotundos. Allí sonó la hora de Ale Sejanovich con dos piezas de fuste, el salteño Anko primero para pasar luego al mendocino Tinto Negro Finca La Escuela.
Para el postre el chef decidió reconstruir el típico tiramisú dentro de una esfera de chocolate amargo. Justo para cerrar con el licor de nueces de Cariatis.