Si hubiera que atenerse a la etimología más rancia el uso del nombre Club de Vinos de Estancia Atamisque no estaría faltando a la verdad. Cierto que tampoco reflejaría a carta cabal todo lo que incluye su original e innovadora propuesta.
Para los amantes del vino lo primero que surge cuando hablamos de un club que los reúne remite a un estipendio mensual contra el envío de una caja de etiquetas surtidas 12 veces por año poco más o menos. Sin embargo este emprendimiento de La Carrera, apenas a 90 km de Mendoza, no sólo aúna etiquetas sino muy especialmente a sus creadores. Este espacio consta de una excelente cava, bellos espacios comunes y un restaurant de primer nivel todo enclavado dentro de un paisaje de ensueño al pie de la Cordillera. Aquí la novedad es que los miembros del club no sólo pueden guardar allí sus botellas más queridas sino que también pueden ofrecer sus vinos para que formen parte de la carta que acompaña los platos de la chef Patricia Suárez Roggerone.
«Creo que este es un club único en el mundo del vino– comenta el sommelier Luis Mantegini, Director Técnico responsable de la carta de vinos y sus maridajes y coordinador de actividades como, por ejemplo, las degustaciones mensuales.- Dentro de un emprendimiento muy vasto, que abarca desde las posibilidades inmobiliarias dentro de la estancia, un espacio gastronómico de excepción y hasta un club ecuestre, el vino tiene un lugar estelar. Junto con la membresía (y hasta cierto punto sufragada por ella) se le compra a los miembros los vinos que habrán de formar parte de la carta. Estamos hablando de un grupo que va desde nombres consagrados como Mariano Di Paola o Philippe Caraguel a winemakers de proyectos más acotados como Federico Isgró de Bira Wines. La idea es lo suficientemente seria como para contar en las mismas instalaciones con una bodega con una capacidad de producción de 63 000 litros entre piletas y huevos de concreto que puede ser utilizada por los socios que así lo requieran.»
Lo que también es novedoso es la forma en que el entusiasta del vino de a pie puede acceder a los frutos de esta alianza. Las instalaciones del restaurant están abiertas para todo público y en ellas puede disfrutarse de una excelente cocina basada en productos locales con una vuelta de tuerca pero siempre dentro de una propuesta ante todo gustosa y con una relación precio-calidad muy amigable. Puede comerse a la carta o por un menú de pasos que se renueva asiduamente. Esta última opción es sumamente interesante ya que se la marida especialmente con vinos de los miembros del club. Para el caso nos tocó probar un corazón de alcachofa con mollejas crocantes y un toque de cítricos junto a un originalísimo Pet Nat de Coeur Sair. Este Les Vagues Deferlantes de Garnacha explotaba salvajemente en color y burbuja, una experiencia que varía de añada en añada pero siempre con el corazón de fruta roja crujiente característico de la cepa.
Con una presencia de viento constante lo ideal es llevar algún abrigo (también el club ofrece mantas con un bello toque autóctono para quien las precise) y hacer uso y abuso de unas poltronas diabólicamente acogedoras con un tamaño que, justamente, fue pensado para proteger del mismo dejándose llevar por el ensueño en una digestión amable, fumándose un puro o simplemente disfrutando la imponente majestuosidad de los Andes.