Haber tenido la suerte de tener un contacto muy temprano con Valle de La Puerta, con Julián Clusellas dándonos a probar los primeros frutos de sus esfuerzos en un cálido bodegón de Dorrego antes siquiera de entrar al nuevo siglo, es un punto de partida privilegiado a la hora de constatar evoluciones y constancias. Y claramente, una de las cosas que más nos llamó la atención en aquella primera experiencia, fue la intención de que sus vinos fueran verdaderos best buys. De darle a la gente algo por encima del precio que estaba pagando. Y ese compromiso, que podría haber parecido hasta lógico tratándose de una bodega nueva, cobra otro significado cuando sigue vigente muchos años después.
Otra de las novedades también fue su inclinación por una cepa tan bien conocida como pobremente reputada: la Bonarda. Aunque hoy día este cepaje tinto goza de muy buena prensa, hace no pocos años atrás llamaba una atención equívoca. El punto fue que en nuestro país se la conocía y usaba por su alto rendimiento casi exclusivamente para vinos genéricos. Sólo a la gente de Nieto Senetiner se le había ocurrido hacer una versión carísima que era, además, virtualmente la única del mercado. Sin embargo, volviendo a enfocarnos en Valle de La Puerta, ya aquellos primeros intentos dejaban en claro que la Bonarda riojana prometía.
Hoy a la producción de Valle de la Puerta se le ha sumado, desde 2003, la presencia de un enólogo riojano que viene produciendo vinos más que atendibles. Se trata de Javier Collovati. Aunque no muy conocidos entre nosotros los vinos de su pequeña bodega de Sañogasta, un verdadero oasis en el Valle de Famatina, son realmente interesantes. Pero yendo al Gran Reserva de Valle de la Puerta, que es el que nos ocupa en esta nota, el manejo elegantísimo de la variedad se hace patente. «Bonarda tenemos en las tres de nuestras líneas de vino Alta, Reserva y Gran Reserva.- cuenta Collovati- Se diferencian principalmente por el sector del viñedo de donde provienen la uvas. Los cuarteles más pedregosos y que tienen menos provisión de agua son los que brindan los mejores frutos y por lo tanto los que se destinan al Gran Reserva. La Bonarda es una variedad de ciclo largo y por esa razón madura bien en La Rioja pero a pesar de ello hay años que la hemos tenido que esperar hasta mayo para poder cosecharla madura, cuando la mayoría de los productores la cosecha en febrero. Después cada línea tiene una vinificación especial y en el caso de los Reserva pasan por barricas de roble 6 meses mientras que para los Gran Reserva el tiempo es el doble.
La verdad es que para nosotros fue una muy grata sorpresa, al estar entre los primeros que apostaron por la variedad, cuando obtuvimos Doble Medalla de Oro con el Bonarda en 2008. Hay que tener en cuenta que en ese momento nadie hablaba de este cepaje y en el mundo la confundían con la bonarda italiana, que nada tiene que ver con nuestra bonarda. Creo que es una variedad con gran potencial y todavía nos queda mucho por descubrir en ella.«