Bajo el lema «Viví Santa Julia» la bodega hizo su presentación anual repasando clásicos en sus nuevas añadas y con un par de incorporaciones rutilantes. Se trató de un Viognier para su línea gastronómica y de vinotecas junto a El Burro, la primera incursión de Santa Julia en los vinos naturales.
El Flores Blancas apuesta a pleno por una variedad que no le es para nada ajena a la bodega, dado que ellos mismo fueron pioneros plantándola en 1993. Este Viognier se viene a sumar a Flores Negras, el Pinot Noir de la serie. Una de las características que destacan a la cepa es su combinación de frescura con buena acidez, plena de notas florales. «Estamos convencidos de que este varietal encuentra su mejor perfil en Vista Flores, en nuestra Finca La Ribera en el Valle de Uco– comenta Nancy Johnson, ambassador de Santa Julia– El 2019 fue un año fresco y de alta luminosidad. La temperatura promedio fue relativamente baja lo que dió por resultado una ralentización del ritmo madurativo. Estas condiciones climáticas nos proporcionaron muy buena acidez natural y una excelente frescura. Ni el mínimo vestigio de sobremaduración además de una sanidad impecable.» Todas esas condiciones aportan a la elaboración de un vino sumamente elegante, con claro predominio de la flor sobre frutas blancas evanescentes, con un alcohol medio, que sólo se comprueba viendo la etiqueta por lo integrado. Cierra muy bien con apenas una llamada, merced a la acidez, de cáscara de naranja.
Si Flores Blancas es una incorporación amable que viene a sumarse a su hermano el Pinot, el Malbec El Burro, hace su entrada ocupando una nueva categoría en Santa Julia. Si bien la bodega tiene una importante prédica entre los productores orgánicos, con este nuevo Malbec es la primera vez que ofrecen un Vino Natural. Digamos que, para ser considerado orgánico, un vino debe abstenerse de los agroquímicos, tanto para la sanitización como para el abono. Por supuesto que dichos viñedos son sometidos al escrutinio de un organismo fiscalizador (Letis, en este caso) que los certifica como tales. En el caso de los Vinos Naturales esta búsqueda por reflejar el terroir con la mínima intervención posible, le suma el hecho que que no tengan sulfitos agregados. Los compuestos sulfurosos son parte de la fermentación, pero no alcanzan por sí solos para representar un espectro suficiente para aportar sanidad al conjunto como agente antibacteriano por lo que, incluso en los vinos orgánicos, se les permite una adición mínima, muy por debajo de los stándares de los vinos no certificados. Sin embargo en este caso no se le han agregado en absoluto. «Esta no es sólo una apuesta por la viticultura natural– continúa Johnson– sino un reflejo cabal de nuestro compromiso con un concepto de sustentabilidad que no se agota en el suelo y las vides sino que también se hace extensivo al componente humano. Este vino también está certificado como «Fair for Life». Esto significa que, por una lado, la bodega cumplió con estrictos controles de calidad pero que a su vez todos los trabajadores de la cadena productiva gozan de condiciones laborales dignas y reciben una remuneración justa. Incluso un porcentaje del valor de la etiqueta vuelve a ellos para que, mediante un comisión, decidan cómo usar dichas utilidades en su comunidad.» En cuanto al vino, El Burro tiene una buena cantidad de rasgos a destacar. Por empezar por la juguetona etiqueta del artista platense (aunque a estas alturas mendocino por adopción) Emiliano Pierro. También la botella de perfil aborgoñado está sellada con lacre verde en vez de la sempiterna cápsula metálica. Es un Malbec 100%, proveniente de Maipú. Cuenta con sólo 13,5 grados de alcohol y ha sido fermentado con levaduras indígenas. Por supuesto que están presentes los típicos frutos rojos aunque con la impronta vegetal que resalta en los vinos sin sulfitos. Pero a diferencia de otros ejemplares El Burro posee un mayor cuerpo, largo y peso en boca. El color es muy intenso, con toques directamente purpúreos y se destacan prominentes notas de ciruelas ácidas.