Muchas veces desde estas páginas hemos dado cuenta del derrotero de profesionales de lo más variopintos adoptando el sendero de la viña. Y el de Oscar Marcovecchio, fundador de Viñavida no fue precisamente uno más. Celebrado publicista, al vender su agencia decidió abocarse a este nuevo emprendimiento sin más bagaje previo que su contacto profesional de toda la vida con la pionera Cuisine & Vins y una inclaudicable vocación de viajero sibarita. Pese a su condición primeriza el contar con una intuición tan acertada como rabiosa lo hizo arrancar nada menos que en Chacayes, Valle de Uco, en cercanías de la zona que luego habría de ocupar Michel Rolland con su célebre Clos de los Siete.
Sin embargo haciendo gala tanto de voluntad como de inexperiencia diseñó sus 100 hectáreas de viñedos desde cero basado en un concepto preeminentemente estético antes que práctico. Pionero de la fotografía aérea para estos fines arrancó plantando en forma circular o remedando unas líneas de Nazca que esbozaban botellas y sacacorchos. Más allá de estas excentricidades el terroir era muy rico toda vez que versátil y ello brindó la posibilidad de que se dieran bien cepas muy diversas y de gran calidad. Allí volvieron a terciar sus contactos con ex clientes publicitarios y acabó vendiendo mucha de su uva a Cadus, Nieto Senetiner y Ruca Malen.
«Todas estas situaciones tan personales – desgrana Juan Pablo Cristobo, su sobrino y actual responsable junto a su esposa Daniela de la última encarnación de Viñavida– llevaron a que Oscar alternara produciendo también sus propios vinos. Todo esto yo lo veía con cariño pero sin el menor ánimo de involucrarme puesto que me dedicaba completamente a mi profesión de médico cirujano. Pero cuando él ya no estuvo entre nosotros y nos quedó el legado de sus viñedos terminé aceptando el llamado de las vides.» Y para que lo asesorara ante tamaña empresa Juan Pablo convocó al enólogo Karim Mussi.
«De corazón, mi primer consejo fue que vendiera porque, además de todo lo glamoroso de esta industria, exige un enorme grado de sacrificio y quedar expuesto a un sinnúmero de imponderables– recuerda el winemaker- Cuando quedó claro que no iban a considerar ese camino nos abocamos a tratar de ver qué podíamos hacer con lo que teníamos y así surgió el Blend que hoy estamos presentando.»
El Viñavida Blend Bien Nacido 2022 es el primer fruto de sus esfuerzos. Se trata de un sextavarietal con Malbec, Merlot, Syrah, ambos Cabernet y Petit Verdot. «Como decía uno de mis maestros– continúa Mussi– el vino perfecto no existe, así que nos pusimos a buscar qué imperfecciones únicas podíamos encontrar en nuestras parcelas.»
Puesto que la bodega ya contaba con varios ejemplares de calidad previos en la presentación se ofrecieron para degustar algunos ejemplos. Arrancando con un Mouvedre 2014 bien cerrado de taninos y que, junto a un color violeta intenso no parecía acusar recibo de la década pasada. A continuación fue el turno de un Malbec Business Class 2013 que sí acusaba notas de evolución y bastantes toques oxidativos. La más que agradable sorpresa llegó con el Bien Nacido Blend 2011, donde lo único que no enamoraba era su etiqueta con cigüeña. El más vivo y vibrante de los tres con apenas un mínimo menisco rojizo y una presencia y elegancia apabullantes. Y finalmente llegamos al Bien Nacido en su última encarnación. Muy buena acidez, más flor que fruta por ahora y una etiqueta que, a juicio de quien suscribe, le va más en saga a este magnífico corte presentando su laberíntica viña hasta con el encantador detalle de un avioncito de los que gustaba utilizar su fundador.