Como en el patriótico rosario de las cosas que nuestro bendito país le sumó al mundo que cantaba Gustavo Cordera, la gente de K’OA Chocopostales se propuso recurrir a varias de ellas para armar un producto bien argento. Para eso Maximiliano Marzullo, chocolatero de oficio y norteño por adopción decidió aunar elementos tan nuestros como el dulce de leche, los alfajores y el Malbec. Y así nacieron los primeros alfajores hechos en base a la harina de nuestro tinto patrio.
«Estoy en contacto con Maimará desde principio de los 2000 – cuenta Maximiliano – más o menos por la misma época en que llegó a la zona Fernando Dupont y enseguida nació una amistad, yo trabajando con una posada y él con sus vinos. Mientras iba y venía estaba todo el tiempo pensando en cómo activar cosas en Maimará y saliendo de la pandemia se me ocurrió crear la primera Noche del Vino de Altura. Fue un éxito y un lindo punto de encuentro con los productores de la zona, dado que yo no conocía a nadie del rubro aparte de Dupont. Justamente de ese evento surgió un contacto con la gente de la bodega Jesús Vilte, especialmente con su enóloga y copropietaria Susana Cruz.»
«Andando el tiempo ella me comentó que había desarrollado una harina con el orujo de sus vinos y que, pese a habérsela ofrecido a varios chefs a ninguno le había resultado interesante o aplicable para sus preparaciones (algo que por suerte luego se revirtió y nos dio la posibilidad de contar con pizzas, pan y hasta ravioles de salmón basados en este producto) . Así que le pedí unos tres kilos para ver qué se me ocurría y así fue que nacieron estos alfajores.»
Como a menudo sucede los rasgos determinantes de la personalidad de un alfajor suelen darse entre el relleno y, en menor medida, la cobertura. Aquí Marzullo centra su apuesta en la harina de las tapas en algo que podría recordar a las versiones de nuez del resto del mercado. En la actualidad K’OA produce tres variantes: Malbec, Syrah y Torrontés. Cualquiera que conozca los viñedos de extrema altura no se habrá de sorprender por la elección de los tintos ni del reconocido blanco nacional.
Habiendo tenido la oportunidad de probar los tres podemos decir que el de Malbec es el más integral dado que reúne un centro de confitura de la cepa, además de la harina propia. Hay que reconocer un ítem importante y es que la misma no sabe a arrope, el típico dulce a base de uvas. Luego tenemos el de Syrah, muy profundo de color y con corazón de frambuesa. Finalmente y con una cubierta de chocolate blanco llegamos al ejemplo más clásico en cuanto al perfil de la golosina hecho a base de Torrontés repitiendo la ecuación harina–relleno. Es mucho más dulce que los anteriores y tal vez sea el que menos sorprende, aunque ello no fue óbice para que se alzara con el premio mayor en el último Campeonato Nacional del ACRA en una cata a ciegas entre 230 muestras. Todos son muy generosos de porte y cierran con un toque de dulce de leche.