¡Que bueno cuando, en medio de una tormenta de controversia, uno puede darse del gusto de hablar de una presidencia que sólo genera adhesiones! Y tal es el caso del nuevo presidente de Bodegas de Argentina, el reconocido enólogo Walter Bressia.
Decíamos que su llegada al cargo goza del beneplácito de una industria en cuya conducción ha sabido haber una, más que alternancia, relación acorde a las necesidades de la hora. Luego de que fuese presidida por miembros de grandes conglomerados, ahora llega el turno de que se siente en la cabecera el representante de una bodega familiar. Como bien dice Juan Pina, gerente de Bodegas de Argentina- «Al fin y al cabo es lógico, si tenemos en cuenta que el 70% de nuestros miembros pertenecen a ese tipo de emprendimientos.»
Para la ocasion se invitó a la prensa especializada a un almuerzo en el remozado (especialmente desde los fuegos) Casa Cruz. Allí, además de Bressia, estuvieron el citado Pina, Guillermo Barzi (Vicepresidente Regional de la entidad y cuarta generación al frente de Humberto Canale) y Alejandro Squassini, Director/propietario de Dante Robino.
Walter Bressia, hombre de modales regios a la hora de oficiar de anfitrión, hizo algunas referencias al momento que le toca vivir a la industria del vino en la Argentina. «Este es un momento muy sensible, donde son necesarios cambios si queremos mejorar la inserción de nuestros productos principalmente en el ámbito internacional. Los vaivenes del dólar, la presión impositiva y el precio de los transportes hacen que salga apenas un poco más mandar vinos a Europa que transportarlos a través del Mercosur. Está claro que contamos con un producto excelente y muy competitivo, como lo vienen demostrando los reconocimientos que cosechamos cada vez que uno de nuestros vinos compite en los foros internacionales.»
Como no podía ser de otra manera el almuerzo estuvo bien servido. Y mejor regado. Hubo gran presencia del anfitrión abriendo el juego con el sorprendente Sylvestra, un rosé de Pinot Noir con un shade de una translucidez etérea que, sin embargo, poseía una estructura marcada y que hizo comentar a Guillermo Barzi aquello del puño de hierro en el guante de seda. Él mismo también hizo su contribución al intento de paliar la incipiente sed de los presentes con su magnífico Riesling de la serie Old Vineyards. Sana competencias entre colegas, también sumó Alejandro Squassini con la Bonarda atercipelada de su Gran Dante. Pero la primera siguió con los vinos de Bressia: el bivarietal de blancas Lágrima Canela con la entrada, el gran tinto Profundo junto al principal. El arribo de la Grappa dal Coure fue la mejor manera de anoticiarnos de que el almuerzo estaba llegando a su fin.