Desde la Biblia a Peter Pan la reivindicación de la primerísima juventud ha sido siempre un estado a preservar, tratando en principio de no abandonarlo o directamente luchando a brazo partido para volver a él. Más allá de cualquier disquisición sobre un escape hacia atrás en pos de una adolescencia eterna, nuestra cultura ha encontrado siempre algo valioso en la mirada que sus miembros más jóvenes tienen sobre la vida. Todas estas imágenes vienen a cuento sobre el derrotero de un grupo de amigos que buscaron hacer realidad su sueño de la secundaria (con ilusión, sí, pero también con una gran cuota de talento) y que hoy cruzan la segunda década sin haberse corrido un ápice de aquella impronta de estudiantina primigenia.
Marcela Manini, Agustín López, Mauricio Castro y Sebastián Zuccardi son esos cuatro amigos que decidieron concretar su deseo de crear los mejores espumantes que les permitieran sus habilidades bajo el manto de Alma4. Y hoy celebran sus más de 20 años en ese camino con la incorporación de dos nuevos espumantes plenos del mismo brío y curiosidad de sus inicios.
Para presentarlos se dieron cita virtual con una cata que pondría foco en los recién llegados Phos y #Crudo ’17 más la niña mimada de la línea clásica, el Alma4 Chardonnay en su versión 2015. «Somos amigos desde la secundaria donde estábamos haciendo nuestras primeras armas en el conocimiento del vino– cuenta Mauricio Castro– y en un momento nos planteamos por qué no intentar hacer espumantes entre los cuatro. Y lo que empezó como una ilusión en 1999 hoy ya lleva más dos décadas en movimiento. Siempre fuimos muy inquietos y pensamos que la incorporación de estos dos nuevos productos reflejan esa curiosidad que nunca dejamos de tener.»
«Hablamos de búsqueda y eso fue lo que nos planteamos desde el comienzo– continúa Seba Zuccardi– cuando arrancamos a investigar en el terreno, estudiando e incluso yendo a vendimiar en las zonas de producción más representativas de Europa, la idea que predominaba era que lo más importante de un espumante era su licor de expedición, que ése era el secreto y la clave de todo. Sin embargo nosotros fuimos descubriendo, en nuestra propia experiencia, la importancia del terroir y de la mano de quien lo produce. Y comenzamos a indagar las distintas posibilidades que ofrecía el Valle de Uco en sus zonas más altas y frías.»
Alma4 es un proyecto que siempre recurre a la elaboración con Método Tradicional (Champenoise) o su equivalente en el caso del Phos, el primer Pét Nat de la línea. También hay que recordar que los amigos tratan de no incluir palabras fuera del español en sus etiquetas y por ello no hacen alusión a las divisiones típicas francesas por el nivel de azúcar. Además de la también poco usual costumbre de incluir las añadas. Pero en este caso, siendo algo relativamente novedoso y con muy pocos ejemplos en el mercado optaron por aceptar el término. «De todos modos– se suma Marcela Mannini– también podemos nombrar al Phos como un vino elaborado por el Método Ancestral o Rural. Básicamente se trata de cortar la fermentación por frío cuando se alcanza cierto nivel de azúcar aún en el vino, se lo tapa y se deja que termine de fermentar en botella. Ello produce una gasificación natural muy fina.»
Joven de toda juventud, el Phos hace gala de minimalismo en su presentación, literalmente una diapositiva de la viña, emulando su búsqueda del espíritu del momento en el terroir. Son uvas 100 por 100 Pinot Noir de La Carrera, una finca de Tupungato a 1550 msnm cosechadas manualmente en febrero. «Esas características hacen casi que estemos creando una suerte de espumante pop up– añade Agustín Lopez– son sólo 1000 botellas que se presentan en primavera y duran hasta que se consuma la última.» Ciertamente el resultado es un vino joven, de gran ligereza y elegancia. Por su propia constitución hace gala de una turbidez vibrante, con un rosado opalescente de gran belleza y que esperamos comience a hacer escuela entre los consumidores y les quite el temor a todo aquello que no sea prístinamente translúcido. También a consecuencia del método la gasificación es más suave, algo que se ve reflejado en una aguja muy fina. Por supuesto el perfil explota de fruta roja crujiente como cereza. Es un espumante seco excelente para abrir el apetito.
El próximo estreno también se destacó desde el vamos por su impronta iconoclasta, merced a que su etiqueta es un frente de los cassettes que hoy sólo se ven en los museos o las colecciones de nuestros padres. El #Crudo ’17 es un espumante basado en su totalidad en el Semillón, poco utilizado para estos menesteres pero que, sin embargo, posee una arraigada tradición entre las cepas de consumo histórico y cuenta por tanto con viñedos de larga data. Aquí la idea es ir un poco más allá y mostrar una suerte de segundo estadío con un vino que no ha llegado al degüelle. Aunque tanto este caso como su antecesor tienen tapa corona, para el #Crudo ’17 hubo que sumar un opérculo, puesto que la presión en botella es mayor. Así que ojo avizor cuando se lo destape. «Seguimos tratando de ofrecer visiones diferentes de la evolución, del momento de estos espumantes– afirma Zuccardi– aquí se trata de no ir por la precisión sino por una suerte de estructura de base, de cierta rusticidad, que sostenga el perfil habilitándolo para acompañar una variedad de platos.»
«La idea se nos ocurrió pensando en los crudos de las bandas– comenta con ejemplo rockero Mauricio– esos primeros bosquejos siempre son interesantes, con todo y sus imperfecciones (o precisamente por ellas) nos permiten ver otro estadío de un proceso.» Aquí también campea una seductora turbidez que sorprende especialmente si tomamos en cuenta el tiempo en botella (claro que en contacto con las borras finas puesto que no hubo degüello) » Tanto en éste como en el Phos se ve un tono muy vibrante pese a los elementos en suspensión– especifica Sebastián– y eso se debe a que tenemos una forma de fermentar limpio. Pescamos desde arriba, por así decirlo, para evitar las borras mas gruesas.»
Como decíamos al principio estos amigos realmente juegan como niños y ello se refleja en lo mismo que podríamos observar durante el juego de nuestros hijos, disfrutando pero a la vez concentrados. Jugar es permitirse cosas y unas cuantas candideces, pero así y todo es una actividad que para los involucrados genera un compromiso cierto. Para ejemplificar esta consecuencia juguetona pero constante y enfocada resultó ideal cerrar la cata con uno de los productos más logrados (y reconocidos) de la bodega. El Alma4 Chardonnay 2015 es otra cosa, un producto buscado y trabajado con la mayor precisión. Los cuatro recurren a lo más graneado de la viña en altura con los 1450 metros de San Pablo más los 155o metros de La Carrera. Aquí ya no se trata de instantáneas del camino sino de un bello cuadro de llegada. Es un espumante que aúna sofisticación junto a una frescura que deleita, donde no pesan las notas de pan que podrían desprenderse de sus 50 meses sobre lías. Los toques de levadura y frutos secos son más etéreos y prevalecen la pólvora y el melón con un cierre alimonado. Un espumante magnífico de un color amarillo vibrante que parece renegar de los cinco años en botella.