Como un retruécano ingenioso (y sumado al hecho que la Y griega original estaba tomada) ya el nombre de la bodega nos habla de gente que sabe construir marcas. No en vano Marcelo Goldberg pudo imponerlas en la industria textil con la creación de Vitamina y Uma. Aunque claramente no vengan de la tradición vitícola, los Goldberg han decidido incursionar en este mundo arrancando con un proyecto de uvas de calidad nada menos que en Paraje Altamira.
La Igriega, como espíritu del emprendimiento, como la letra que suma, que pone a renglón seguido la voluntad de crear, el respeto por el terruño y la búsqueda constante para expresarlo con la mayor fidelidad. Lo que nació como una empresa dedicada a la provisión de uvas de calidad hace una década poco a poco fue sumando también la concreción de sus propios vinos hace apenas cinco años.
«Para nosotros la Igriega también es un sinónimo de familia– cuenta Nicolás Goldberg, su director- mi padre la fundó y ahora yo estoy a cargo de la dirección. Con una historia incipiente y una situación como mínimo desafiante estamos en pleno proceso de cambio y crecimiento.» Esto viene a cuento del lanzamiento de la tienda virtual de la bodega (www.laigriegawines.com/tienda) y del rediseño de sus etiquetas. «En los pocos años que llevamos en el mercado hemos tenido una muy buena acogida, especialmente en el mercado externo, así que eso en su momento hizo que no estuviéramos quizás tan atentos a los requerimientos locales. Sin duda las restricciones frutos de la cuarentena y el aislamiento en los hogares nos planteó un escenario completamente nuevo y fue el momento para afiatar la logística que nos permitiera sostener una propuesta de tienda virtual que pueda hacer entregas en todo el país.»
«En cuanto al nuevo diseño de las etiquetas también responden a la necesidad de comunicar un cambio de estilo y un aggiornamiento general– continúa Goldberg– no es que renegásemos de nuestro perfil de vinos ni que no estuviéramos conformes con nuestra imagen anterior. De hecho el ajuste en los vinos se hizo siempre con el mismo enólogo, Felipe Stahlschmidt. En ambos casos hicimos los ajustes que entendimos necesarios para, desde la estética, mostrar más claramente quiénes somos y desde los propios vinos afianzar una impronta que nos hable del Paraje Altamira.» No es un detalle menor. De hecho la zona fue aceptada como IG (indicación geográfica) desde 2013 y la joven bodega forma parte activa de PIPA, la agrupación de productores independientes de la zona. «Volviendo al tema de la imagen de nuestra etiquetas, las anteriores eran muy clásicas, prácticas, pero no contaban nada. Sin embargo en las nuevas podemos ver más de lo que caracteriza a nuestro terrior con alusiones a tres de sus máximos protagonistas: la piedra, la montaña y el río.»
En cuanto al estilo, La Igriega es en la actualidad una bodega dedicada a las cepas tintas. Su portfolio cuenta con cuatro etiquetas de las que tres están basadas en el Malbec. Conociendo algunas obras previas de su enólogo se puede entender que la vieja impronta estuviese más signada por cierta concentración y redondez de taninos. Pero sorprende en estas nuevas encarnaciones con perfiles mucho más frescos y minerales.
Mientras esperamos la inminente vuelta de su celebrado Rosé podemos hacer un repaso de los tres ejemplares que están disponibles en el mercado. Hay que tener en cuenta que la bodega recurre exclusivamente a sus propias uvas por lo que todas sus etiquetas son Single Vineyard.
Arrancamos con el Igriega Malbec 2018. Aquí se da a las claras la búsqueda de una tipicidad con fruta cercana, fresca y cierta mineralidad merced a un paso breve por barricas de mucho uso. Se intenta apenas redondear taninos y no sumar aportes de la madera. Posee lo que Goldberg proclama casi como un mantra: Fruta, frescura y acidez.
A continuación pasamos al Blend. Con presencias mayoritarias de Malbec y Cabernet Sauvignon no se priva de aportes menores de Cabernet Franc y Petit Verdot. Hay notas de guinda y una complejidad sedosa donde cada uno de los elementos fue fermentado y madurado por separado con 9 meses de barrica para después dejar reposar el assemblage en piletas de hormigón. Eso, sumado a la minuciosidad con que se eligen los momentos de cosecha habla a las claras que aún aquí se siguen poniendo muchas fichas a la fruta elegante y a la mineralidad.
Finalmente cerramos con el Malbec Superior 2018. Se trata de una parcela selecta dentro del propio viñedo con características de suelo muy particulares. Especialmente rocas redondas, mucha piedra y buen drenaje como una promesa cierta de notas de calcáreo. Atentos a la búsqueda de expresividad se lo fermentó en barricas destapadas y sólo se le practicó algún pisoneo, buscando evitar cualquier sobreextracción. El resultante es un tinto complejo, con llamadas de confitura, algo de flores y un ligero toque licoroso que retintinea en el final de boca.