En este espacio hemos hablado en reiteradas oportunidades sobre la Bonarda y sus diversas encarnaciones. Sin embargo nunca comentamos en detalle cómo arrancó su reposicionamiento en la industria del vino argentino.
En su derrotero local a esta variedad se la plantó mucho especialmente por dos motivos, su buena sanidad y por ser una planta de mucho rinde con buen color. Como todo el mundo sabe los altos rindes son muy apreciados por su volumen pero también son un seguro de baja calidad. Siendo la Bonarda una planta que rendía lo suyo, se enfermaba poco y aportaba un muy lindo color, digamos que su destino estaba echado en la industria del vino a granel.
Por eso fue toda una sorpresa cuando, sobre el final del milenio, a una bodega con tanta trayectoria como Nieto Senetiner se le ocurrió presentar a la Bonarda no sólo como cepa neta sino como un vino de tope de gama. Imagínense en un momento donde casi no existía esta fiebre de varietales en la que vivimos ahora que una marca hiciera hincapié en una cepa en particular y con un precio y una presentación de alta regalía.
Para explicarnos esta génesis qué mejor que recurrir a su creador, el enólogo de Nieto Senetiner, Roberto González. “Todo surgió de unas primeras experiencias alrededor de 1999 con Bonarda que no pertenecía a nuestros viñedos propios. Empezamos a elaborarla específicamente para una marca blanca en Inglaterra (el tipo de marca que crea un distribuidor, por ejemplo un hipermercado). El vino fue muy bien recibido y eso nos animó a intentar presentarlo por las nuestras en el Reino Unido. La sorpresa fue que enseguida recibió premios y buenas reseñas en medios especializados británicos, por lo que decidimos profundizar en ese sentido y comenzar lo que se conoce como Partida Limitada.”
Luego de todo este largo recorrido fue interesante poder catar algunos ejemplares muy longevos, especialmente de aquella mítica primera cosecha 2000. Un tema en casi todos los descorches de añadas anteriores al 2010 fue precisamente lidiar con el sistema de tapado. “Es que en ese momento de la industria– continúa González– no se tenía en cuenta ni se había investigado tanto como ahora sobre las calidades de corcho y los métodos de tapado. Además no estábamos esperando una guarda muy larga, incluso en las contraetiquetas arrancamos sugiriendo cinco o seis años. Ya en nuestras últimas versiones pensamos en que se puede cuadruplicar ese rango.” El vino ha envejecido bien, ganando en complejidad y sumando notas tostadas, de cuero, tabaco y chocolate amargo. Con una fruta que ha ido rotando hacia los frutos negros y ciruelas pasas. Hay que tener en cuenta de que Nieto Senetiner subscribe a un estilo muy popular en los vinos de tope de gama de aquella primera época. Suntuosidad y contundencia, vinos golosos con buen peso en boca. “Es cierto que, como sostienen muchos expertos, la estructura tánica de la Bonarda no es su rasgo más fuerte. Así que, para conseguir el alcohol indispensable para aspirar a la concentración hay que tratar a las parcelas como de primerísima calidad. Llevan un cuidado muy especial, desde el raleo a tener la paciencia para cosechar en el momento justo. Si se toma todo eso en cuenta llegan a darse vinos de 13 o 14 grados. »
Hay que reconocer que este estilo comienza a quedar como parte del pasado aunque aún haya varias bodegas que siguen apostando por él, como podrían ser ejemplos Dante Robino y Durigutti. Sin embargo, y mientras la serie Partidas Limitadas sigue replicando su estilo primigenio, eso no es óbice para que Nieto Senetiner continúe evolucionando con la cepa en versiones francamente brillantes como su nueva serie Terroirs, a la que le hemos dedicado ya un artículo en extenso. “Más allá de la plasticidad de su propia morfología – concluye el enólogo- la Bonarda puede dar versiones muy fieles a su origen y brindar vinos complejos y diferentes.”