Compartiendo casi la misma cota que Cafayate (y el hecho de que ambos sean valles), Chañarmuyo propone una impronta distinta entre los lodges de viñedo en altura. Principalmente porque, a diferencia del famoso énclave calchaquí, es un emprendimiento único en su tipo en la zona. A la hora de buscar apartarse del mundanal ruido su Hotel de Vino es una opción de desconexión asegurada con todas las ventajas de una hotelería con tantas estrellas como las que aloja su cielo interminable.
Cerrando el pueblo por el extremo camino al dique la posada es un verdadero ejemplo de Responsabilidad Social Empresaria en acción. Es que, junto a la bodega que la rodea, han sido el motor que posibilitó el resurgir de Chañarmuyo. La población que había ido decreciendo dramáticamente hasta apenas el centenar de personas, mayormente abuelos criando los nietos de hijos que emigraron buscando trabajo, se quintuplicó en los años que lleva andando el proyecto. «Estamos muy felices de haber podido impulsar el renacimiento del pueblo– cuenta Henry Chirinos, Gerente del Hotel– aunque en mi caso soy venezolano la gran mayoría de los que trabajan aquí son lugareños tanto en lo que respecta a hospitalidad como a los que se emplean en la viña y la bodega.»
A 230 km de la capital riojana, Chañarmuyo es un pueblo muy pequeño, nacido en los bordes de la ruta que lo atraviesa y que ni siquiera cuenta con la típica distribución radial en torno a la iglesia y la plaza. Sin embargo estas mismas condiciones lo hacen ideal para los que busquen descansar en medio de la naturaleza. El proyecto arrancó en 2001 y el viñedo comenzó a plantarse al año siguiente. Un hecho a tener en cuenta es que la zona que abarca es virtualmente todo el valle, unas 960 hectáreas de las que recién llevan plantadas un 10% y en medio de las que se encuentra el hotel.
Si bien dispone de sólo ocho habitaciones amplias y de techos altos, posee una amplia serie de terrazas y espacios comunes con una vista espectacular del viñedo y el valle cerrado por el Paimán y sus colegas al fondo. Su peculiar situación geográfica le ha dado al conjunto características de verdadero oasis donde no son tan esquivas las lluvias durante el verano. Incluso eso ha posibilitado que la profusa población de cardones tenga floraciones rabiosas jalonando las inmediaciones con sus enormes y brillantes flores blancas recortadas contra el terracota de las piedras y el recio verde de la jarillas.
Su arquitectura está claramente inspirada en lo que lo circunda con paredes en piedra, cemento y adobe y una terracería pensada para ofrecer la mejor vista desde cualquiera de las zonas comunes. Desde el comedor a la galería donde puede pasarse el servicio para quien lo desee o las amplias salas de lectura con grandes ventanales sobre la viña. El mobiliario tiene toques de estilo colonial con mucha madera y metal patinado que ha llegado desde distintos lugares del norte e incluso de otros sitios pero unidos por una inspiración rústica, sí, pero confortable y con gusto. Renglón aparte merecen los jardines. Es muy común ver en espacios desérticos que se haga uso y abuso de las flores y el verde cuando el agua es un bien escaso. Sin embargo aquí el paisajismo haría las delicias de un botánico al recurrir, además de los típicos y longevos cardones, a un sinnúmero de cactus, agaves y suculentas.
Para el viajero Chañarmuyo ofrece especialmente los mejores precios para llevarse de recuerdo sus vinos o disfrutarlos en la visita a la bodega que se propone diariamente un poco antes del mediodía. Son muy de destacar las etiquetas que se ofrecen. Desde la línea clásica, donde se lleva todas las palmas el Chardonnay, único blanco que elaboran, pasando por sus delicados espumantes hasta llegar al 5 Hileras, un Blend de tintas con, como cabría de suponer por su nombre, los frutos de las cinco mejores hileras de todo el emprendimiento y que cuenta con la efigie del máximo caudillo riojano, Facundo Quiroga. Aunque la cocina está enfocada especialmente a los huéspedes muchas veces se da alimento, sombra y fresco para algunos grupos que lo solicitan con antelación. Julia, la responsable de la cocina de Chañarmuyo también es de la zona y está formándose constantemente para mejorar la propuesta de su carta donde, por supuesto, son estrellas las empanadas de carne a cuchillo servidas a la usanza del lugar con distintas salsas para agregarles mientras se las va comiendo.
Enclavado en un lugar de ensueño, el Hotel de Vino de Chañarmuyo es un punto obligado para los que buscan descansar, desenchufarse, y gusten de la naturaleza salvaje de las montañas del norte.