La imagen del guerrero-poeta (tan cara a los cuentos del Oriente) surge como metáfora de un alma plena, un ser que bien puede desgranar cuartillas toda vez que no duda en empuñar la espada cuando la situación lo amerita. Sin irnos a tamaños extremos nos consta que Karim Mussi no desatiende el valor de los pequeños gestos mientras va de un lado para otro del valle lidiando con los más terrenales problemas del día a día de los variados viñedos en los que se ocupa.
Un buen ejemplo de esta capacidad dual fue que no permitiera que se desperdiciara ni la finca ni el bello nombre Qaramy («poesía» en la lengua quechua) al tomar la posta y hacerse cargo de este proyecto en el que estaba asesorando en un principio. Varios años han pasado desde entonces y ahora seguimos asistiendo a la evolución del fruto de sus esfuerzos con la paleta exclusiva de los tintos que en apenas 21 hectáreas produce en Los Árboles, Tunuyán, Mendoza.
En este caso fue en un seminario especial dentro del Evento Anual de Selectos, la empresa que se encarga de la distribución de sus vinos, aquí presentado por su ambassador (ambassatrice?) Mónica Senra.
«Los vinos de Qaramy han sido creados con la idea de un fuerte potencial de guarda– arranca Senra– y para hablar del tema aquí precisamente hemos traído ejemplares del extremo superior del portfolio para instrumentar una suerte de mini cata vertical.»
Los vinos en cuestión fueron el Qaramy Alto en sus ediciones 2022 y 2014 y el ícono de la bodega Qaramy 600 Blend con sus añadas 2019 y 2017. Aunque, más allá de la parte profesional, aquí somos admiradores de los buenos vinos y nos hubiera encantado que hubiese más ejemplares a mano para dar cuenta de estos instantes en el tiempo entendemos que con este back to back alcanzaba para probar la idea que sostenía toda la presentación: que los tintos de Qaramy tienen un gran potencial evolutivo.
Nos consta que no fue por falta de generosidad. Estamos hablando siempre de producciones muy acotadas que, con suerte, permitieron disponer de versiones Magnum en el caso del Alto y de las standar del 600 puesto que, dada su aún más extrema escasez, nunca ha sido presentado en otro formato.
Decíamos que, más allá de lo técnico, pudimos ver cómo los vinos se mantenían en plena vigencia y cómo, además del intento de representar terruño, estos tintos también son abanderados de un momento en el tiempo. Como por ejemplo que en el caso del Alto 2022 se encontraran terciarios de cuero o tabaco más asociados con la guarda larga que no se sentían en el 2014 y mientras ambos seguían haciendo gala de un tono ala de cuervo inclaudicable.
Otro tanto pasó con los 600, unas verdaderas bestias de sedosidad. Si bien aquí se sintió más linealidad en el pasaje resultó muy emocionante, en mi caso particular, haber podido cruzarme por tercera vez con la añada 2017 (que si bien ya no son sólo los frutos de las dos barricas de antaño son ciertamente un bien escaso) que probé con su autor en las postrimerías de la pandemia, en esta ocasión y en el brindis de mi último cumpleaños.